Nota del autor: Hace algún tiempo, me prometí que no escribiría entradas de amor o relativas al amor. Y si lo hacia,mejor que alguien me diera un golpe en la cara y le evitaría la pena al mundo y no las publicaría. Ya hace unos años que no quiero ser de esas que escriben cosas románticas (aunque bueno, soy una romántica empedernida pero ya es suficiente con serlo, no hace falta dejar evidencia ¿cierto?). Mayormente, lo que escribo aquí, es introspectivo y en gran medida, de esta historia viene tratándose los últimos meses de mi vida, así que aquí les va esta entrada.
En el verano del 2016 me pasó de todo y entre tantas cosas,me volví clavadista de fe y conocí a la persona que vendría a cambiar completamente el rumbo de mi vida. Alguien que desmesuradamente, cambió mi historia.
Lo supe desde el primer día, desde ese momento, de ese ahora en adelante. Si había un antes y un después, habría de marcarse con ese primer día en ese aeropuerto. Lo asumí también esa misma noche, cuando en el techo de su casa, encontré la métrica que había buscado afanosamente toda mi vida, la exacta y precisa. Lo recibí con los brazos, el alma, el corazón abiertos; convencida que si había algo que saber cuando conoces a alguien que ha de marcar tu historia, yo lo había descubierto de pronto, esa misma noche, sin duda. Lo supe así, con la misma certeza que encontrarlo fue un rotundo golpe de magia. Mi buena suerte.
Verlo así de repente bajo la luz tenue, fue reafirmar que existen las almas gemelas y que todos mis hilos rojos, me conducían hacia él y sólo él. Había esperado todos mis veintiocho años por ese momento que por fin había llegado. De repente, había encontrado el tesoro marcado en todos mis mapas, había arribado a mi tierra prometida y ahí estaba él. Tan comunista y revolucionario como sólo él puede serlo.
Lo había encontrado y ahí estaba yo, tomando desesperadamente autopistas de experiencias y carreteras secundarias para llegar hasta su tierra mágica. En mi diccionario, en las páginas que hacen alusión al corazón y la vida, el verbo "amar", ya sólo podría tener un significado. Y supongo que asumí, además de todo, que no habría borrón y cuenta nueva. Supe que mi vida, con él y lejos de él, habría de cambiar totalmente. Estuve segura esa noche. Supe que era él y hoy lo estoy aún más. Amarlo, no iba a dolerme. Amarlo iba a ser tan fácil como complicado. Amarlo debía ser paciente, porque lo que germina toma tiempo y crecer requiere de paciencia. Y aunque yo nunca he sido paciente y he vivido años de lo improvisado, amarlo ha sido la mejor forma en la que la vida me ha invitado a practicar ejercicios de paciencia y fe. Porque amarlo también es tener fe. Fe de que uno de estos días, nuestro amor tendrá permiso para coexistir en el mismo espacio y las visas y los muros nos vendrán sobrando. Amarlo entonces y ahora, sería creer, esperar y soportar; aunque la espera duela y en días como los últimos, sea insoportable.
Aprendí que amarlo, es tener la seguridad y certeza de que podría pasarme la vida entera peleando con la cama por su cuerpo, siendo culpables universales, él y yo, de la subida del mar. Aprendí también que si hay alguien en el mundo con quien quiero compartir todos mis atardeceres, es él. Y que lo que más miedo me da en este momento es no estar a su lado porque he descubierto que no soy sin él. No estoy completa sin ese pedacito de mi corazón que se ha perdido en su maleta. Tengo miedo también a no saber esperar,a mi clásica impaciencia, al ansia de los días, a la necedad viciosa de hacer cuenta con los números del calendario. Tengo miedo de mi misma y de no poder con tanta espera que me hace confundir tsunamis con movimientos sísmicos sobre camas.
Y aunque yo misma no me la crea y me vea con la suerte rotita de a mucho, me considero una persona afortunada, sí, de momento salada y en pedacitos chiquitos que no encajan pero muy, muy, muy afortunada. No sé cuántas personas han encontrado la mirada exacta en que se puedan perder por horas y horas y descubrir entonces un nuevo lenguaje tan precioso. Cuántas personas han encontrado códigos secretos en una sonrisa, cuentos para no dormir escritos en Braile en la espalda de alguien, canciones que acarician como las olas de un mar en calma. A cuántas personas se les complica la arritmia después de una caricia o un beso, de esos que sirven de pausa, mientras hay verduras del jardín cocinándose en el sartén. Cuántas personas han vivido su vida sin alguien con quien correr montaña abajo y cuántas otras ven el precipicio frente a sus ojos y han decidido saltar a la furia del mar, sin siquiera dudarlo, sólo porque él sostiene su mano. Y saltan y ya. Aunque esto parezca loco y estúpido. Por él, me volví clavadista de fe.
Y espero. Y desespero. Y me equivoco.Y salto de estupidez en estupidez.Y me vuelvo a equivocar. Y mis ganas se llenan y se llenan. Y se le hacen agujeritos en mi vaso de esperanza. Y se llenan con una de sus sonrisa.Y tengo ganas de verte, tenerte...de amarte bien.
Y entonces, tacho y sigo impacientemente paciente esperando.